Niega el día
su luz a los
amantes,
presos en la
lujuria de la noche.
Entre besos
de pasión
desenfrenada
cubren sus
cuerpos
con la nada
tangible del deseo.
Caricias de
fuego
surcan mares
de piel
incandescente.
Y el aire,
que les
envuelve
huele a
deseo…
Niega el día
su luz a los
amantes,
mientras
mira
escondida
entre sombras,
la luna envidiosa.
No hace falta amanecidas, ni luz, para los amantes. De hecho, no hace falta nada más que ellos.
ResponderEliminarAbrazos.
Con tanta pasión no se darán cuenta que amaneció hace ya bastante rato...
ResponderEliminar;)
Nunca entendí porque hay que asociar deseo a noche, pero tu poema no deja objetar. Ardiente.
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